Peripecias de un periplo en LASA 2023, Vancouver
Participar en congresos internacionales es parte de las tareas académicas para presentar libros, avances de investigaciones o artículos ya terminados. Desde hace seis años participo en los Congresos anuales de la Asociación Latinoamericana de Estudios Sociales (LASA). Los costos de la membresía y el registro en los Congresos han corrido por mi cuenta, mi Universidad no ha pagado por ellos. Para los traslados he solicitado apoyo a la propia LASA en un par de ocasiones. Estos costos incluyen trámites de visas, pasajes y hospedaje. En este año el Congreso 2023 tuvo lugar en Vancouver, Canadá.
Dado el alto costo del alojamiento en esa ciudad, LASA propuso compartir las habitaciones. Había una aplicación para registrarse y encontrar compañeros de cuarto. Contacté a algunas personas y ya tenían con quién compartir habitación. Una socióloga cubana-estadounidense, Silvia Pedraza, se contactó conmigo, me pidió que le hable algo de mí y así lo hice. Acordamos entonces compartir habitación. A fines de MARZO ella me envío el número de la reserva y me indicó que había informado mi nombre al hotel. Luego de esto una investigadora chilena se contactó conmigo para saber si quería compartir hospedaje así como otro colega, a quienes les dije que no, dado que ya había acordado con Silvia Pedraza.
Tal como le había comentado a mi supuesta compañera de habitación, llegué a Vancouver en la noche del 24 de mayo. Cuando me presenté en el Lobby del hotel me indicaron que no había nada a mi nombre, mencioné el código de la reserva que efectivamente estaba a nombre de ella. Me dijeron que ya se había registrado y que había otra persona que compartía su habitación y que también ya había hecho el registro. Llamaron a la habitación varias veces y nadie contestó. Le escribí al WhatsApp y los mensajes no entraban.
Mientras tanto, le pregunté a un colega que también asistió al congreso sobre su hotel y me comentó que los precios del mismo estaban por las nubes (más de mil dólares la habitación por noche). Llegó la supervisora del hotel, le mostré los correos en los que habíamos convenido compartir habitación y decidió darme una habitación en el mismo hotel por esa noche. Una vez instalada comencé a buscar alojamientos, todo estaba lleno porque ese fin de semana había un concierto en Vancouver, algo que me enteré un poco después. Al día siguiente con muy pocas horas de sueño bajé a desayunar y comencé las peripecias para no dormir en el parque.
Me acerqué al personal de apoyo de LASA y me indicaron lo del concierto, así que me sugirieron que haga una reserva por menos noches y fue así como conseguí una habitación llamada de “retiro”, casi que obligada a hacer una introspectiva de lo que había sucedido. Más tarde me acerqué a una agencia de viajes y me sugirieron un hospedaje en la Universidad de British Columbia, así que con remiendos por aquí y por allá, tenía dónde quedarme. Luego comenzó el periplo gitano de ir de un hospedaje al otro: tres para una estadía de cuatro noches.
Lo que regresaba una y otra vez a mi cabeza era preguntarme con quién había acordado compartir habitación, ¿alguna académica novata? Pues no, se trata de una docente que trabaja en una universidad estadounidense, con lo que se conoce como una “GRAN” trayectoria académica. En la tarde noche del día que buscaba hospedaje, ella me mandó unos mensajes indicando que justo había cambiado de celular y no había cargado la aplicación de Whatsapp. Luego decía que esto fue culpa del hotel y según ella no estaba compartiendo habitación con nadie, cosa que no era verdad porque por eso la reserva estaba completa.
Este periplo y sus peripecias me han permitido darme cuenta de que no termino de conocer las miserias de la academia. Para cerrar, planteo algunas reflexiones: ¿un académico haría daño a colegas? ¿trataría igual a otro académico del Norte Global? ¿no podía simplemente avisar que cambió de planes y que decidió compartir habitación con otra persona? Estas preguntas básicas muestran ciertas situaciones de irrespeto que son más comunes de lo que parece en la academia. Una cosa es lo que se quiere mostrar y otra lo que en realidad sucede. Es evidente que más allá del mal rato personal, estos tratos así como los costos de participación aumentan la exclusión de los académicos del Sur Global a estos Congresos.